Cattana

A la orilla del río
los girasoles ya no bailan,
prefieren estar callados
y esperar hasta el alba.

Leyendo el arte de la guerra
en cada uno de tus poros.
Donde observo estandartes
de comandantes locos.
Cementerio de verdades,
de lo mucho que te aprecio,
de lo poco que te toco.

Sun Tzu estaría orgulloso
por someterme sin batallar y,
construirme un puente de oro
cuando me das por vencido,
Ya sólo me queda gritar:

¡BANZAI!

Para acto seguido escribir
mis últimas palabras en papiro.
Y en silencio ceremonial,
mi harakiri pasa a ser seppuku.
Por culpa de tu mirada,
la cual desencadena,
la última mueca de mi boca.
Dejando en la memoria
una sonrisa de complicidad.
Bañada en la catarata
de lágrimas y entrañas,
que riega el campo de girasoles.
Donde empezó esta historia
y donde tenía que acabar.

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