Esfinge

 — Grandes reyes han pasado y han caído fulminados, crees que eres apto pero estas equivocado ¿Qué te hace creer que eres más que un insensato?

El viajero no contestó a la esfinge, la miró desafiante, pasados 13 segundos...

— Oye forastero, no se si eres mudo o un simple bellaco, pero estas delante de la última maravilla del pasado, donde no tenía cabida el débil ser humano, ahora morirás sino tratas de evitarlo, así que trata de convencerme con un trato.

El triste loco miró a los ojos de la reliquia gigantesca, o al menos a lo que quedaba de ello, y se dispuso a pronunciar las palabras correctas.

— Horus, bienaventurados sean tus deseos, pero tu época pasó, acepta el vals de las arenas, antes eras una deidad de culto y venero, ahora la historia mutiló la piedra, convirtiendo en polvo tus oportunidades y dotándome de poder para desafiarte.

La esfinge, con la nariz destrozada, observó con admiración a la forma que a sus pies se posaba.

— Trato hecho, pero ten por seguro que será la muerte si pierdes en el momento,
¿Quién es aquel que comprende el sentido de la crueldad mundana y pese al sufrimiento trata de abrazarla?.

El viajero sonrió e introdujo una baraja, 13 segundos después, asomó el naipe que buscaba.

— El comediante, dijo señalando la carta, luchando día a día, haciendo reír a la gente de alrededor, porque sólo aquel que ha visto las pesadillas y ha conocido a la muerte, hace llorar de carcajadas a la gente que quiere.

La enorme estatua se rió, y mientras se convertía en arena para morir en el recuerdo como la última maravilla, pronunció unas palabras en un idioma más primitivo que el universo.

— Lo has conseguido viajero, vuelve a los albores del planeta tierra y con tu cantimplora riega cada mata de hierba, para que el viejo mundo sea una oportunidad nueva.

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